“Este paisaje es un
manuscrito con la frase más bella cortada”
Fernando Pessoa, “Hora absurda”
Ella
trastabilló y cayó en mi sexo. Terminó lo que había empezado y se fue sin
saludar: qué mal educada me dije ya no hay respeto comenté dónde iremos a
parar maldije un rato después que el sol se había ido.
Suave rumor
que en sus ojos va lloviendo entre neblinas. Pone sus brazos en cruz y se
vuelve a morder el labio inferior. Quedan chispas de ese desierto, sales en las
rocas desolladas por el viento. Ahora mirá eso que fue. La luna lagrimea un
arco iris.
Ella es la
sombra de una mujer atrapada entre su sexo y el resto de los mortales: se
comería bosques, bebería océanos de hombres dispuestos y bronceados. Su sombra
es una jauría de termitas, una manada de pájaros que no dejan ni el aire por el
que acaban de volar.
Cruzaba la
muerte pisando los charcos y la muerte le guiñaba uno de sus mil ojos. Volaba
bajito esa mujer: era de papel: era como una palabra hermosa que amanecía en el
medio de uno, y uno reventaba su corazón contra sus propias costillas.
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