Escribir.
Examinar, mínimamente, aspectos de la propia vida. A qué conduce ese paciente
recoger minucias; un solo instante de iluminación debiera bastarnos. Darnos
cuenta que recorremos lo probado ya por incontables generaciones. Darnos
cuenta. Pero entenderlos racionalmente no sirve demasiado. El que no está
dispuesto a admitir que toma el riesgo de dejar alguna vez de escribir para
siempre que no continúe haciéndolo.
El
creador legítimo tiende a ponerse a un costado de lo creado.
El
que quiere crear, crea; el que se resiste a crear cede su puesto, colabora para
que el otro lo haga; el que se abstiene de crear lo que ambiciona, logra que
los demás, aliviados, lo juzguen generoso.
La
voluntad de crear opera como un movimiento. Por ese movimiento, el que crea
penetra en un lugar de sí mismo donde ya no pedirá ni rehusará nada.
Creador
o esencia, creado o forma. Cuando ambos se equilibran, habrá nacido una imagen,
modelo que por igual nos ayudará a soportar una pena insoluble o un prolongado
bienestar.
Creador.
La etapa en la que el creador de literatura empieza a colmarse de sí mismo, de
opiniones, prejuicios, obstinación, egoísmo. Percibe que el caudal mayor de
trabajo consagrado a un poema, cuento o novela, tenía por objeto disimular que lo creado pareciera un poema,
un cuento, etcétera.
La
relación (mirada) que los otros tienen con uno como reflejo de la
relación (mirada) que uno tiene consigo mismo.
El
estilo ama ocultarse. La estilización, mostrarse.
Camino
de precisión: la antítesis.
Ninguna
contradicción entre objeto real e imagen. Todo es nombres, lenguaje.
Perdido
en el medio de las palabras. Intentando suprimirlas en vez de acallarlas.
Probable
mérito: Tomar el toro por las astas. El paradojal anticonvencionalismo de no purgar a los poemas de literatura. La
encomiable candidez de hacer literatura con literatura.
En "Alberto Girri, Poemas selectos", "Diario para un libro" 1972. Edit. Corregidor - 2010