(…) En cierto modo y desde siempre, sabemos que la muerte sólo es una metáfora que nos ayuda a representarnos burdamente la idea de límite mientras que, precisamente, el límite excluye toda representación, toda “idea” de límite.
Página 84
Todo ha de borrarse, todo se borrará. Escribir tiene lugar y tiene su lugar de acuerdo con la exigencia infinita del borrarse.
Página 84
En mí hay alguien que no hace más que deshacer ese mí: ocupación infinita.
Página 97
Habría un hiato de tiempo, lo mismo que una distancia de lugar, que no
pertenecen ni al tiempo ni al lugar. En dicha distancia, pasaríamos a escribir.
Página 101
La ciudad, siempre viva, animada, imperturbable, perfectamente ajena a la idea
de que se podía morir en ella: sin embargo, en esa estancia en la que,
meditabundo, él estaba sentado, yo lo atravesaba, igual que en un cementerio se
pasa distraídamente por encima de las tumbas.
Página 114
Escuchando, no las palabras, sino el sufrimiento que atraviesa, de palabra en
palabra, sin fin, las palabras.
Página 117
Del libro "El paso (no) más allá", Blanchot Maurice, 1994, 1° ed
1973, Trad. Cristina Peretti
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