martes, 15 de agosto de 2023

Italo Calvino, Plinio el Viejo, y la totalidad del universo.

 

Leyendo los ensayos de Calvino (*), me detengo particularmente en el que discurre sobre Historia Natural, de Plinio el Viejo. La nota mental es la siguiente: conseguir como sea ese enorme texto. Me hizo acordar a ese fragmento de un cuento de Borges donde hace una enumeración imposible de cosas, que cita Foucault en la introducción de Las palabras y las cosas. El cuento es “El idioma analítico de John Wilkins”. El texto es impactante, genera un efecto de shock, por lo estético, por lo gracioso, pero también porque Borges hace básicamente un chiste (como tantas otras veces) para anular lo angustiante de no poder entender qué cosa es el Universo. 

Parece que a Plinio el Viejo le gustaba la acumulación torrentosa de datos y sus respectivas fuentes. Una especie de pretensión de totalidad a través de la escritura. Que en un mismo texto se cubran todos los aspectos conocidos sobre el embarazo (su origen, el aborto, las diferentes formas del aborto, el aborto accidental, la mejor manera de llevarlo adelante, la peor manera de llevarlo adelante, la máxima duración conocida de un embarazo, la mínima duración conocida de un embarazo, embarazos dobles, triples, séxtuples, etcétera), pasando por las posibilidades del cuarzo (lugares donde hallarlo, valor posible, máximo valor pagado, historias relacionadas , usos en la magia negra, uso en el teñido de ropas, antigüedad, peso por centímetro cúbico, temperatura de fusión, de ebullición, temperaturas a altas presiones, temperaturas a bajas presiones, temperatura en la superficie del sol, reacciones químicas con ácidos, con plásticos, posibilidades alimenticias, sales de cuarzo, uso en los relojes, etcétera), hasta la historia de los libros (los que se escribieron con la mano izquierda, los que se escribieron con la mano derecha, los que se escribieron con las dos manos, los que se escribieron sin ninguna mano, el libro que acumula todos los textos, el libro más antiguo, el más joven, el libro más pesado, el que el autor está leyendo, libros que leyeron diferentes animales, libros que leyó mi cuñado, libros que leí por la mitad, libros que nadie leyó por la mitad, libros que nadie leyó nunca jamás, libros que se incendiaron en la biblioteca de Alejandría, libros que no se incendiaron en la Biblioteca Municipal de Rosario, etcétera).

Esa pretensión de totalidad aparece, también como broma, como chiste, en el personaje de Daneri, poseedor del Aleph. Pero, siguiendo el hilo de mi idea, me parece entender que la literatura de los últimos cien años, más allá de los chistes de Borges, tiene la idea fija en la totalidad del universo. Desde James Joyce al menos. Seguramente antes. Pero pienso en Joyce, en Proust, en Perec, en Laiseca, en el Adán Buenosayres de Leopoldo Marechal. Pienso en los novelistas que, como si fueran una serie, un poco discontinua, pero sin duda unificada, hasta han inventado escenarios geográficos para escribir esa totalidad: la Yonakpatawpha de Faulkner, la ciudad de Santa Fe en Juan José Saer, la Santa María de Juan Carlos Onetti, la Colonia Vela del querido Osvaldo Soriano, por citar tan solo unos  pocos ejemplos.

Se podrá decir entonces que la literatura tiene pretensiones de totalidad, y con esto posiblemente intente decir que lo que entiendo por literatura, al menos en el último siglo: nace de la pretensión de encontrar algo de significado a el por qué todo esto, que vagamente llamamos El Universo. Y con esto me refiero a todo lo que hay entre el embarazo, el cuarzo, y los libros, y al por qué, por más que nos empecinemos, esa totalidad quedará en el misterio, en ese agujero negro que es, mayoritariamente, nuestra pobre comprensión de las cosas.

Quizá debería decir que la prosa tiene intenciones de totalidad, al menos indagar sobre sus posibilidades. Esto se hace más visible sobre todo en la novela, por eso Joyce, por eso Proust, por eso Faulkner, etc. 

La pregunta siguiente sería el para qué hacerlo, sobre todo sabiendo su imposibilidad. Más aún: su inutilidad. Quizá lo que se filtra por el ventiluz es la idea de la literatura como forma de indagación, y la novela como intento de recuperación no sólo del Tiempo, sino del Espacio. 

Una especie de pregunta lanzada a rodar sabiendo que no hay respuesta alguna.


(*) Italo Calvino "Por qué leer a los clásicos"