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miércoles, 24 de marzo de 2010

Sam Shepard: El gran sueño del paraíso

Entrar al mundo de los relatos de Shepard, es como dar un paseo por la decadencia del american way of life. Relatos cortos, nimios, donde el tiempo parece haberse detenido. Los paisajes dominantes de estos relatos son los límites entre el mundo civilizado y el desierto, estos espacios a veces absurdos sobre todo por ser funcionales a una economía de mercado voraz e inusitada,(quizá como los llamados no-lugares por Marc Auge), los minishop perdidos en lugares remotos, las cabinas telefónicas cortando un horizonte abandonado, las autopistas o las gasolineras en los bordes de las ciudades. Lugares que parecen incidir negativamente en los personajes, donde las desiciones que se toman estan equivocadas, donde todo el mundo parece vivir oculto ante la mirada del Otro.
El autor parece querer mostrar el deterioro de las relaciones sociales como principal producto de un país que ha dejado huérfanos a sus habitantes, y que es vivido por estos como un mal sueño, como hijos de un padre no sólo malo, sino patético, un padre/país que es imposible de admirar, especie de revés padre kafkiano, donde los personajes se sienten huérfanos y extranjeros. Un padre desmemoriado (Un trozo del muro de Berlín), o bien un niño que crece abruptamente contra su padre (El hombre que curaba a los caballos), personajes alienados en su trabajo (Los intereses de la companía, Viviendo según el cartel) o alienados lisa y llanamente (Los gatos de Betty) son algunos de los personajes que dan forma a estos relatos.
Este autor (tambien actor, guionista, baterista, amigo de Bob Dylan, etc.), bien podría ser uno de los que sigue a la serie de escritores que denuncian el american way of life, escritores que podrían remontarse desde el primer Henry Miller, con la acritud y el minimalismo de Mr. Gatsby, de Scott Fitzgerald, la apatía general de los personajes de Salinger, la locura de Portnoy en Philiph Roth. Pero también es posible tirar alguna línea que lo una a Faulkner, a sus historias de caballos bravos,y universos cerrados, y una prosa parca, minimalista. Y por qué no con el tono ácido y destructor de "El libro de Rachel", del inglés Martin Amis.
Sam Shepard, es sin duda un autor muy norteamericano, que desde múltiples perspectivas y puntos de vista, filtra en los ambientes de sus relatos una crítica a la vida artificial y contradictoria de los estados unidos y lo hace escribiendo, al menos en estos relatos, de una manera categórica.

 

 

Shepard, Sam. El Gran Sueño Del Paraíso, Selección, Anagrama, Página/12, 2009

jueves, 16 de abril de 2009

J. D. Salinger, "El cazador oculto", o más bien "El guardián entre el centeno"

Podemos decir que Salinger entra en la órbita de otros escritores como Louis Ferdinand Céline, Henry Miller, Charles Bukowsky, y quizá Martin Amis. El libro que tratamos en este artículo es comparable con “El libro de Rachel”, de Amis, donde el lenguaje desapegado y duro convierte a lo escrito, aunque con repeticiones y retruécanos fácilmente visibles, en un texto que obliga al lector a leerlo hasta el final. También lo entrelazamos al estilo de los trópicos de Henry Miller, es decir, novelas lineales, más atrevidas que la de Salinger, con igual profusión del habla coloquial, y con esas horribles traducciones de malas palabras directas del castellano del siglo XVIII.

El libro cuenta la historia de Holden, un adolescente un poco problemático, expulsado de escuela en escuela, que pasa algunas noches en Nueva York dando con personajes de toda estirpe, y haciendo una feroz y acertada crítica social. 

Lo que nos parece destacable de esta novela, es cierta extraña redención de los personajes por parte de los niños. Estos suelen parecer ángeles. Quizá sea esta una forma del autor para volver nostálgicamente a la infancia perdida. En una novela donde casi todos los personajes son oscuros y pueriles, Salinger parece esparcir luz alrededor de los párrafos donde describe a la hermana del personaje principal, Phoebe, además de cuanto niño se le cruza por el camino. Y escribimos “redención” y “luz”, que, con su carga religiosa nos dan a entender que Holden, el personaje principal de la novela, declarado ateo en varias oportunidades, pareciera poner toda su fe en los chicos, en una especie de infancia romántica y un poco nostálgica que siente a través de ellos. En su libro "Nueve Cuentos" también hay variadas referencias muy “luminosas” con respecto a los niños que aparecen, pero eso lo veremos en otro artículo. Más el autor no propone una nueva fe en los niños, sus personajes saben que viven en el mundo y que éste es un infierno, y que no hay salida posible, y quizá sea esto lo que hace que ésta novela sea hoy un objeto de culto: no hay una sola respuesta. Ni siquiera a la pregunta fundamental que Holden se hace todo el tiempo: ¿dónde van los patos cuando el lago del Central Park se congela?

Vuelvo al tema de la traducción. Ignorantes de nosotros, compramos sin saberlo dos libros de Salinger: “El guardián entre el centeno” y “El cazador oculto”. Contentos, volvimos a nuestra guarida a leerlos y ahí nomás, una vez hojeados, caímos en la cuanta que eran el mismo libro. La percepción de los traductores fueron, entonces, muy diversas. Nos parece más acertado “El guardián entre el centeno”, justamente porque es una canción infantil que Holden tararea cada tanto, dándole mayor gravitación al tema melancólico de la infancia perdida. “El cazador oculto”, nos parece, es la traducción mas bien arbitraria del título en inglés "The cátcher in the rye".

 


Fuentes
J. D. Salinger “El cazador oculto”, trad. por Manuel Méndez de Andes, 1961, Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires, Argentina.
J. D. Salinger, “El guardián entre el centeno”, trad. Por Carmen Criado, 2001, Alianza editorial, España.