domingo, 10 de noviembre de 2013
De la verdadera transparencia de los vidrios (IV)
sábado, 2 de noviembre de 2013
De la verdadera transparencia de los vidrios (III)
El
problema es el Tiempo, claro. Cada palabra sale como en un vómito de alcoholes
varios, ceniza de cigarrillos y el desorden general de las noches tiradas al
piso en las que suelo caer cada tres por dos. Los climas nunca fueron mi
especialidad ni mi interés, pero vale decir que afuera llueve y, adentro,
también.
Pero el problema, sí, es el Tiempo. Y no hay otra manera de escribirlo que no
sea con mayúscula.
No hay tormenta que valga la pena, salvo las del recuerdo. Sentir la que se
aproxima, la inminencia, como una premonición. Es sabido que las tormentas
gustan a los animales y a los niños: jugar en patas, en cuero, por los charcos
de la vereda. Embarrarse.
Pero todo eso ya no existe, y yo tampoco. Sólo soy la conjetura posible de un
remoto descendiente: alguien que frenará en seco un día, impávido, pensando en que
su sangre viene recorriendo los siglos increíblemente para llegar a él. Sentirá
en sus venas el vertiginoso río de gente que, por lo bajo, en las sombras de la
historia, lo transita. La galería de rostros desfigurándose hacia atrás hasta
disolverse en rastros familiares cada vez más invisibles. La misma galería
vaciada, hacia adelante, el futuro. Sentirá que no es dueño siquiera de su
propia sangre y eso lo hará sentir feliz.
Soy una de las sombras de ese río que se pierde en el pasado, por suerte, pienso,
entre el desorden general del estar vivo, ya, ahora.
sábado, 12 de octubre de 2013
Breve nota mental sobre los "clásicos" y J.D. Salinger
lunes, 29 de julio de 2013
Diario para un libro, de Alberto Girri (selección)
Escribir. Examinar, mínimamente, aspectos de la propia vida. A qué conduce ese paciente recoger minucias; un solo instante de iluminación debiera bastarnos. Darnos cuenta que recorremos lo probado ya por incontables generaciones. Darnos cuenta. Pero entenderlos racionalmente no sirve demasiado. El que no está dispuesto a admitir que toma el riesgo de dejar alguna vez de escribir para siempre que no continúe haciéndolo.
El creador legítimo tiende a ponerse a un costado de lo creado.
El que quiere crear, crea; el que se resiste a crear cede su puesto, colabora para que el otro lo haga; el que se abstiene de crear lo que ambiciona, logra que los demás, aliviados, lo juzguen generoso.
La voluntad de crear opera como un movimiento. Por ese movimiento, el que crea penetra en un lugar de sí mismo donde ya no pedirá ni rehusará nada.
Creador o esencia, creado o forma. Cuando ambos se equilibran, habrá nacido una imagen, modelo que por igual nos ayudará a soportar una pena insoluble o un prolongado bienestar.
Creador. La etapa en la que el creador de literatura empieza a colmarse de sí mismo, de opiniones, prejuicios, obstinación, egoísmo. Percibe que el caudal mayor de trabajo consagrado a un poema, cuento o novela, tenía por objeto disimular que lo creado pareciera un poema, un cuento, etcétera.
La relación (mirada) que los otros tienen con uno como reflejo de la relación (mirada) que uno tiene consigo mismo.
El estilo ama ocultarse. La estilización, mostrarse.
Camino de precisión: la antítesis.
Ninguna contradicción entre objeto real e imagen. Todo es nombres, lenguaje.
Perdido en el medio de las palabras. Intentando suprimirlas en vez de acallarlas.
Probable mérito: Tomar el toro por las astas. El paradojal anticonvencionalismo de no purgar a los poemas de literatura. La encomiable candidez de hacer literatura con literatura.
En "Alberto Girri, Poemas selectos", "Diario para un libro" 1972. Edit. Corregidor - 2010
domingo, 28 de julio de 2013
De la verdadera transparencia de los vidrios (II)
Un hombre que camina mirando al sur de pronto tropieza contra el límite del mundo y éste le horroriza y su vista se vuelve un vapor con el que te extraño.
Una historia paralela a la de Juan Salvo, una leve historia de otros sobrevivientes donde, de manera casual el Eternauta pase fugazmente, como de perfil, haciendo solo un comentario sin importancia.
Usted se parece a mí por donde se lo mire, le dijo, aterrado y en voz baja, al espejo.
Era de tarde y seguíamos atados jugando a que nos escondíamos y siempre juntos
y cuando el día se iba apagando era vernos de cerca y tocarnos descubriendo un
mundo imposible y prohibido y la fragancia del calor emanaba como el aire
contra las flores.
Oído imposiblemente por ahí: gracioso como cuento de Felisberto Hernández.
Otoño de 2008
miércoles, 22 de mayo de 2013
Notas sobre Moby Dick.
2010