domingo, 28 de julio de 2013

De la verdadera transparencia de los vidrios (II)

 
            Ahora no tengo nada que escribir y estoy harto de escribir sobre no tener nada que  escribir. Por eso ahora escribo sobre lo cansado que estoy de escribir que no tengo nada que escribir. Creo que también escribí esto alguna vez.
 
 
 
             Un hombre que camina mirando al sur de pronto tropieza contra el límite del mundo y éste le horroriza y su vista se vuelve un vapor con el que te extraño.    
 
 
 
            Una historia paralela a la de Juan Salvo, una leve historia de otros sobrevivientes donde, de manera casual el Eternauta pase fugazmente, como de perfil, haciendo solo un comentario sin importancia.
 
 
            Usted se parece a mí por donde se lo mire, le dijo, aterrado y en voz baja, al espejo.



            Era de tarde y seguíamos atados jugando a que nos escondíamos y siempre juntos y cuando el día se iba apagando era vernos de cerca y tocarnos descubriendo un mundo imposible y prohibido y la fragancia del calor emanaba como el aire contra las flores.

 
           Oído imposiblemente por ahí: escabroso como cuento de Felisberto Hernández.



       otoño de 2008
 
 


 

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