domingo, 7 de febrero de 2010

Las muertes de Maurice Blanchot (III)

Escribimos para perder nuestro nombre, queriéndolo, sin quererlo, y, en efecto, sabemos que otro nos es dado necesariamente a cambio pero ¿cuál? El signo colectivo que nos envía el anonimato (puesto que ese nuevo nombre –el mismo- no expresa más que la lectura sin nombre, jamás centrada en tal lector designado por su nombre, ni siquiera una sola posibilidad única de leer). De este modo, el nombre que nos hace vanidosos o desdichados es la marca de nuestra pertenencia a aquello que carece de nombre, aquello de donde nada emerge: la nada pública –la inscripción que se borra sobre una tumba ausente.

Página 66

¿Nos acercamos a lo anónimo si cedemos (suponiendo que en nosotros haya suficiente pasividad para semejante concesión) al atractivo de morir, incluso del pensamiento? Si pensar fuese hundirse en la nada, ¡con qué dicha, con qué espanto, pensaríamos! Pero, al hundirnos por medio del pensamiento, inmediatamente nos elevamos a nuestra posibilidad más alta.

Página 69

No escribir una sola línea (como Sócrates) no es, quizá, privilegiar el habla, sino escribir por defecto y de antemano puesto que, en dicha abstención, se prepara y se decide el espacio de escritura en el que ya se ejercita Platón.

Página 70

La violencia trabaja el lenguaje y sobre todo, el discurso de escritura, tanto más cuanto que el lenguaje esquiva dicho trabajo: esta acción de esquivarse pertenece así mismo a la violencia.

Página 75


(…) La locura sería, pues, una palabra en perpetuo desacuerdo consigo misma e interrogativa de arriba abajo, hasta tal punto que pondría en tela de juicio su posibilidad y, con ella, la posibilidad del lenguaje que la incluiría y, por ende, también la interrogación en la medida en que pertenece al juego del lenguaje. Decir: Hölderlin está loco, es decir ¿está loco?

Página 76

El habla es siempre discurso de autoridad (hablar es siempre hablar de acuerdo con la autoridad del habla). Pero el que escribe no detenta cetro alguno, ni siquiera disfrazado de bastón de mendigo: ni apoyo ni recorrido alguno.

Página 77/78




Del libro "El paso (no) más allá", Blanchot Maurice, 1994, 1° ed 1973, Trad. Cristina Peretti

2 comentarios:

David Pérez Vega dijo...

Hola:

Este libro me llamó bastante la atención cuando lo leí. Hay un personaje, un militar rumano (creo que era)que sale luego en 2666.

El último relato, es el germen de "Estrella distante", el libro que Bolaño escribió a continuación de éste.

Cuando lo leí seguí la cadena literaria de la que era eslabón hacia atrás. Leí "Historia universal de la infamia de Borges", y después "Vidas imaginarias" del francés Marcel Schwon, de quien Borges había sacado la idea de su libro.
Me falta "La sinagoga de los iconoclastas" de Rodolfo Wilcock.

Hasta yo me animé (que falta de vergüenza) a seguir la cadena, y metí un relato de más de 20 folios en una novela, con la vida imaginaria de un poeta de El Salvador, con un abuelo alemán, que había combatido en la Primera Guerra Mundial, y puse bajo el título una cita de "la literatura nazi en América".

He dejado a Levrero, por ahora, y me he puesto con Saer, "Las nubes". Me tiene deslumbrado.

saludos

David Pérez Vega dijo...

Hola
Sí, no sé cómo me equivoqué.
Las nubes me ha parecido un libro bellísimo, ya estoy con la La grande.

Fijate en el personaje dle militar rumano, creo que se llamaba Popesku o algo así, es el que sale en "La literatura nazi en América"
saludos