martes, 21 de febrero de 2012

Interrupciones (IV)

Sin duda este espacio se ha vuelto pura interrupción, pura irrupción, quiebre, salto, desfasaje, fragmento. Por esas cosas de la memoria me vengo a acordar que esa era una idea perdida que de alguna manera tenía que entroncarse con la publicación de los textos, de mis textos. Yo tampoco quiero tener sangre de estatua, como bien dijo Girondo, pero alguna vez tuve la ocurrencia de dejar textos míos en canastos de bicicletas, cabinas de teléfono, entrada de correo de las puertas de las casas del barrio. Trabajo de veras vertiginoso para un poeta, quien en su vida, por lo general apartada de los riesgos de estar vivo, de estar por las calles respirando el aire viciado de los colectivos humeantes de la calle San Martín, ha salido a realizar el duro y hasta penoso trabajo de promocionar sus textos, a pesar de no firmar ni uno de ellos. Mi idea de adrenalina es verdaderamente muy pobre, pero ésta surtía de a chorros a mi cerebro por la posibilidad de ser encontrado in fragantti por algún azorado ciclista que me viera dejar un papelito doblado en su canasto, oh, violando la propiedad privada, oh, violando poéticamente la propiedad privada ante el señor que ve invadida su casilla de correos con un poema al mar o a la nostalgia de estar vivo y ver como el tiempo se va a la mismísima mierda sin mayores explicaciones.

Será por ese temor al ser descubierto que dejé el trabajo de "editor" para otras personas, que sin duda tendrán una vida de película.

1 comentario:

Unknown dijo...

Si, claro, pero quizá la inmortalidad sea ese momento, a pesar que no es lo que uno busca. Es raro, casi imposible, pensar en un lector. No debe haber cosa más abstracta.