Notas sobre "No eras un viajero inglés" de Raúl Mansilla.
La literatura tiene pocos temas: el amor, la muerte, la guerra, los viajes. Quizá en estos cuatro ítems se resuma un noventa por ciento de todo lo escrito. Esto no quiere decir que por eso nos ponemos repetitivos, y andamos por ahí haciendo variaciones modernas de La Odisea o del Quijote. Aunque de pronto se me ocurre que quizá sí, y en eso consiste todo lo que se escribe: variaciones sobre un tema de Homero.
No es para reducir al absurdo las posibilidades literarias y creativas de un autor, pero todos entramos en algún esquema que nos precede, del cual eslabonamos en la cadena (si querer que suene pomposamente) de la literatura y su historia. Escribir sobre un viaje y no saber sobre las andanzas de Odiseo es un poco como hacer una casa sin cimientos.
Busco, siempre, en lo que leo, esos cimientos que tiene un autor para montar su "tema y variaciones sobre Homero". Y cuando esas raíces están ahí, presentes, el libro se deja leer, se lo lleva a uno en ese viaje misterioso que también es la lectura.
Tuve el gusto de conocer a Raúl Mansilla brevemente, en el encuentro que se realizó hace un par de semanas, llamado "Esquel Literario", que se hace todos los años en esta ciudad. Leímos algunos poemas en la misma mesa, con Esteban Pickewicz, lo cual fue un gran placer para mí. Raúl tuvo la deferencia de regalarme el libro, que leí ávidamente un par de veces. Será cosa e' mandinga, puesto que muchos libros apenas si se dejan leer una sola vez.
Es interesante pensar la literatura desde un ángulo geográfico: la Patagonia y
sus parámetros de tierra infinita abren un espacio literario particular, un
poco inabarcable y difuso. Pareciera que las características de estas
letras son las mismas que la caracterizan en el territorio: las rutas, los
viajes, los espacios "vacíos", las distancias, la aparente repetición
del paisaje, la omnipresencia del viento, la vaga idea de un territorio ávido
por quién le de sentido:
"repetir la cuarenta
como si fuera la raíz cuadrada de las rutas"
El territorio con su historia a cuestas y la poesía que lo llena de
sentido, se llevan casi de la mano, se conforman uno sobre otro:
"Y hubo barcos que partieron
y puertos de maderos nuevos, ceremonias,
y lugares conquistables
y mujeres que de espaldas a la fiesta,
fumaban y bebían"
La soledad, los lugares inhospitalarios, la ruta como una cama, la ruta como
una hoja en blanco, el espacio a simbolizar para darle un sentido a la cosa, la
búsqueda del sentido mismo:
"No era tan blanca la hoja estaba llena de situaciones que había que
unir con un hilo soga o loros, ballenas, petacas, semiconductores, choferes de
larga y corta distancia y después la fila india de los pueblos originarios
mirando hacia el suelo las cientos de torres gemelas y después el largo
recorrido de puentes por el sistema nervioso y luego la abstención y el medico
de cabecera y el psicólogo de cabecera y tu nuevo futuro de cabecera y la
concha de la lora"
No puedo dejar pasar que, en la Patagonia, uno debe leer a los poetas pensando,
en general, en referencias poéticas como Jorge Spíndola, y sobre todo en este
libro al cual nos estamos refiriendo. Imágenes que hacen saltar el entramado de
afinidades entre escritores locales, sus puntos de apoyo, sus guiños
interpretativos, sus proximidades:
"Susie Q, las gomas ardiendo, noticias del fuego,
piquetes & women sobre el humo nocturno,
cielo rojinegro."
Llenar de sentido, como hecho fundacional de toda poesía, además de la búsqueda
de ese sentido mismo, que va y viene, no puede fijarse, y descubrir
que ese movimiento, ese deslizarse, sea lo poético en sí.
No eras un viajero inglés, no eras un viajero griego, de allá, del fondo de los
siglos, pero sabías que ellos pre existieron y marcaron el territorio real, y
el territorio de la escritura universal. El libro tiende sus raíces, se deja
leer varias veces justamente por esa cualidad: estar aferrado a la
historia, transpolar el espacio patagónico a la pretensión, creo, de toda
poética, de ser universal.
Raúl Mansilla, "No eras un viajero inglés", 1ed, Neuquén, Edit Del
Genpin 2012. (en Libros Celebrios, 2004)
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